Escrito por : Anònim divendres, 30 de maig del 2014

Nuestro éxito, dedicado a nuestros compañeros de SBR Open Team! ¡¡¡ Gracias E Q U I P O !!!
Ante tus ojos, un pasillo de gente que aplaude, grita. Música de fondo. Cruzas un arco gigante de meta y te colocan una medalla al cuello. Retomas aliento por unos segundos y te preguntas si estas en un sueño. ¿Y ahora qué?

Hace cerca de un año que la aventura de un sueño se ponía en marcha. Después de algunas aventuras más pequeñas, tocaba dar el salto al vacío y pelear por lo que a veces, parece inalcanzable.

Tras una cena de equipo, se forjó una aventura en una isla, donde la naturaleza dejó su sello de calidad. Lanzarote fue el destino; Alberto, Ciscu, Dani, David y un servidor, los valientes; el Sensei Blanchart, el ejemplo a seguir; y el sueño, un Ironman.

Tras la inscripción en junio, ya no hay vuelta atrás. Somos de palabra y los miedos, no son buenos aliados. Nuestro camino a lo desconocido te hace pensar en más de una vez, en donde te has metido. Tres de nosotros lo desconocemos. El Sensei será nuestro guía y en él, depositamos toda nuestra confianza y sabemos, que llegado el momento, estaremos preparados para volar.

Los meses empiezan a pasar. Tras el verano y los días largos de entreno, llegan los fríos y difíciles días del invierno, donde entrenar es un esfuerzo diario. Las caras lo dicen todo en más de un entreno. Esto no será fácil. Pero, ¿alguien lo dudaba?

Te despiertas una mañana y te das cuenta que estás haciendo la maleta, apurado con las compras de comida o material de última hora, con los nervios que afloran por momentos o los mensajes de amigos, familia o compañeros de equipo, que te invaden el teléfono deseándote lo mejor.

En esa misma mañana que te has despertado, te ves en el aeropuerto. Un maletón te acompaña. Y miras a tu alrededor y no eres el único. Hay más locos o locas como tú. Estos tampoco se van al Caribe en busca de una hamaca blanca en las orillas de un mar turquesa. Se van como tú, a una isla donde los volcanes esculpieron un paisaje lunar serpenteado por carreteras sinuosas, donde el viento te canta al oído sin cesar.

Se abren las puertas del avión y el interior se inunda de olores. De olor a mar, a calor, a competición. En fila salimos por aquel pasillo. Recogemos nuestro equipaje de gladiador y nos vamos camino al hotel.

El paisaje lunar se abre ante nuestros ojos. Escuchamos el viento soplar. Las palmeras se balancean y las banderas, tiesas en los mástiles cual gravedad cero. Estamos en el campo de batalla.

Los vehículos que nos fueron a recoger al aeropuerto, se detienen. Estamos delante de Sands Beach Resort, en Costa Teguise. Un lugar espectacular para centrarse y prepararnos en lo que nos espera.

Tras instalarnos, abrimos las maletas y preparamos nuestras monturas. El neopreno a punto, las bicicletas están perfectas y las zapatillas de correr, también. Es media tarde. Es hora de poner la máquina a punto en la piscina. No hay descanso. Allí nos encontramos con el Maestro, que había viajado el día anterior.

Es momento de reponer fuerzas y saborear los momentos que estamos viviendo. Y qué mejor manera, que una cena con la familia deportiva. Compañeros de equipo y familiares que te han visto sufrir el día a día por estar allí.

La noche ha caído en Costa Teguise. Es hora de descansar.

Es 15 de mayo. Madrugamos. Los planes para hoy eran sencillos. Por la mañana, una vuelta al circuito de natación y 50-60 kms de bike, en los que pasaremos por Mirador de Haría, una parte del recorrido ciclista. Nos dimos cuenta de lo que nos va a esperar en carrera.

Recuperamos fuerzas con la comida y nos fuimos para La Santa. Decidimos pasar a recoger los dorsales. Llegar a La Santa, fue todo un espectáculo. Primero, por esos parajes lunares por los que atraviesan las carreteras y lo segundo, por el viaje. El interior del taxi era un orgasmo de risas y de ambientazo de equipo. Fran, nuestro taxista, nos brindó un viaje de ida y vuelta a La Santa, de lo más divertido. No queda otra que agradecerte tu buen humor y la paciencia por aguantar nuestras bromas durante el viaje.

En La Santa, olía a competición. Nos adentramos en una sala en la que el “merchandaising”  Ironman lo invadía todo. En una pantalla enorme, videos de ediciones anteriores ambientaban la recogida de dorsales, mochila y demás material de acreditaciones. Los nervios y la piel de gallina afloraban. Creo que ha sido el momento en el que nos dimos cuenta dónde nos habíamos metido.

De regreso al hotel, cena y de nuevo a nuestros apartamentos.

Amanece el día 16. Los nervios hacen que quedar a descansar en la cama, sea misión imposible. Después del desayuno, preparamos todo el material de carrera. Llevamos las bicicletas para el transfer y sobre las 11:30, fuimos a activar el cuerpo con una pequeña carrera de 25’ por los alrededores de Sands Beach. Apetecía soltar piernas, o lo que es lo mismo, quitarse nervios de encima.
Con todo listo, tomamos nuevamente otro taxi y nos fuimos a Puerto del Carmen para comer por allí. Sobre las 15:30, entramos a boxes con todo el material. Como en cada carrera, estos momentos son un poco de caos y tensión por dejarlo todo en el orden correcto y sin que se quede nada. Al que, por mucha experiencia que vas sumando, siempre se te viene a la cabeza el “y si….”.
Tan pronto todo estuvo en su sitio, era momento de regresar al hotel, cenar pronto y descansar. ¿Descansar? ¿Dormir?

Sobre las 21 horas, estábamos acostados. Por las cabezas creo que pasaron tantas cosas en esos momentos que es imposible poder acordarse de todo. Lo cierto es que suena el despertador a las 4 de la madrugada. El día 17 ha empezado, aunque todavía no ha amanecido. Hoy le ganamos al sol.

Desayunamos como de costumbre. Unos huevos fritos, beicon, un poco de chistorra y unos trozos de tortilla. ¡Ah, no! Eso es lo que desayunaban los que estaban de vacaciones. Nuestro desayuno, fue rico en hidratos y en mucho cariño por parte de los acompañantes, como cada día. Las tímidas risas asomaban en nuestra cara de pánico y las sensaciones de no estar preparados, invadían nuestras cabezas. Como si un tren nos pasara por encima. La tensión y los nervios acumulados, están aflorando.

A las 5:30 estamos entrando en boxes. El caos y las prisas se apiadan de todos los participantes. Los minutos van que se las pelan y no hay un momento de descanso ni sosiego. El reloj marca las 6:30. Son momentos de tirarse al agua y dar las primeras brazadas para entrar en calor. En un momento, los 5 aventureros nos vemos en el pasillo de salida juntando nuestras manos y lanzando al viento nuestro grito de rabia. Última foto de nuestros suporters, últimas miradas, últimos deseos de buena suerte…..

Suena la bocina. El río de neoprenos invade la playa y los primeros metros de este océano Atlántico. Un escalofrío invade nuestros cuerpos y empezamos a sentirnos vivos. Creo que las lágrimas afloran de felicidad, pese a lo que nos espera por delante. Ha llegado el día de disfrutar de esta gran carrera, de esta gran aventura y dar lo mejor de uno mismo. El sufrir, ha quedado para los días largos de entrenos. Hoy es día para ser feliz haciendo lo que nos gusta.

Poco a poco los entrenos pasados nos ponen en nuestros lugares. Más de dos mil personas buscando su hueco provoca que, en alguna ocasión, alguno demos o recibamos algún golpe involuntario. En poco más de una hora (1:04), el momento de hacer el pez ha terminado. Vamos a dar un paseo por las carreteras de Lanzarote…

Subidos a las bicicletas, comenzamos el largo viaje que realizaremos por toda la isla. Comer, beber y cabeza, son las 3 palabras que hay que repetirse continuamente. Serán las 3 claves que harán que volvamos con buen cuerpo para correr.

El recorrido ciclista de este Ironman, es uno de los más exigentes de cuantos existen. El viento constante que azota la isla, es el enemigo número uno. Y el segundo, el perfil montañoso de la isla que, lejos de tener grandes desniveles, es un continuo subir y bajar, acumulando más de 2500m de desnivel positivo. Pero todo eso, no es significado de sufrir. El que como yo, haya tenido a bien levantar la cabeza del manillar y mirar a su alrededor a medida que pedaleaba, disfrutará como pocas veces podrá hacerlo subido a una bicicleta en plena carrera. 180km de puro espectáculo volcánico, donde la naturaleza salvaje ha dejado huella. Adentrarse en el PN de Timanfaya es como aterrizar en la luna. O pasar por el mirador del Río, como llegar al fin del mundo conocido. Han sido seis horas y doce minutos de pura satisfacción. Donde los sentidos vuelan y las ganas de gritar surgen en cada minuto. Decir que ha sido fácil, sería mentir. Pero que sufrir regalando esto a los ojos, es brutal.

Cuando me bajé de la bici mis piernas estaban serenas (aunque más mi cabeza). A partir de ahora, comenzaba la lucha del querer y no poder. Llegaba mi hora de sufrir la maratón, sin más aliciente que el apurar el kilómetro en el que empezaría a caminar, empezaba mi lucha. Si hasta ahora había sido un regalo a los sentidos llegar a este punto, a partir de ahora todo cambiaría.

Llegaba a esta carrera sin entrenos de correr en los últimos dos meses y medio. Desde enero, una lesión que todavía no está clara, hizo que poco a poco las esperanzas de poder ser Finisher se fueran esfumando de mi cabeza. Hasta tal punto, que hacer el viaje y participar en la carrera quedaba descartado. Fueron tantas cosas las que se han ido quedando atrás en este año de preparación, que las fuerzas mentales llegaron a agotarse. Tocar fondo.

La familia, amigos, compañeros de trabajo y como no, los compañeros de equipo, son los que han estado ahí para levantarme. Rodearse de las mejores personas que te llenen las reservas de optimismo y de autoestima, es un lujo que yo he tenido.

Diré que pude correr hasta el km 25 a un ritmo lo suficientemente digno de sentirme orgulloso de mi mismo. Y con esa misma dignidad, echar a caminar durante doce km seguidos a base de coraje, porque era el momento de compensar a todos aquellos que me habían ayudado a levantar el vuelo, a creer en mí, regalándoles mi esfuerzo hasta el final. Coraje, que me llevó a correr los últimos 5 km sin descanso por todos ellos y por mí. También me lo merecía. Y esfuerzo, que me hizo cruzar la meta vacío de emociones. Ni un mínimo pensamiento.

Pero lo había conseguido. No como me hubiera gustado, pero lo había conseguido. Casi 5 horas de constante lucha entre cuerpo y mente, han valido mucho mucho la pena. Ver las caras de felicidad de todos los que habíamos formado esta expedición, era otro regalo que solo fue posible observar tras cruzar la meta. Creo, que muchos de ellos creían más que yo que lo conseguiría. Y yo sé, que solo gracias a todos los que me apoyaron en los momentos duros, tuve la fuerza necesaria para conseguirlo.

¿Y ahora qué?

Cuando empiezas a ser consciente de lo que acabas de lograr, te das cuenta de que todo parece un sueño. Un sueño en el que has llegado al final de un camino que se acabó. Pero, ¿de verdad quiero que se acabe? No, no quiero que se acabe. Detrás de ese sueño habrá otro. Y otro…. Habrá tantos sueños como veces que quede dormido.
Si un día dejamos de soñar, ¿con qué nos quedamos?


Agradecimientos:
Al mi equipo SBR Open Team, por permitir que sueños como este se cumplan.
A Alberto (Eva y Laia), David (Mónica), Ciscu (Cristina), Dani y Anna por los 5 días espectaculares que tuvimos allí.

A Miquel Blanchart, por ejercer de anfitrión en una isla que domina a la perfección. Por poner en nuestras piernas y brazos el suficiente trabajo para poder cumplir sueños. Y por darme tantos empujones morales estos últimos meses. Eres el mejor entrenador que se puede tener.

Al resto de compis de equipo, que hacéis felices y alegres los entrenos durante todo el año, y por trasmitirme la suficiente energía positiva para estar tan a gusto en este equipo.

A todos los amigos que de una u otra manera me han apoyado y animado en mis sueños.


Y por último, a mi familia. Pero por encima de todo, a mi madre. En mi dorsal iba tu nombre. Luchadora y ejemplo de sacrificio diario por darnos tu mejor cara hasta cuando tus fuerzas flaquean. Os quiero mucho a todos.

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